BENDICIÓN
Los lugares donde se acumulan pensamientos negativos, emociones densas o intenciones hostiles tienden a cargarse con una atmósfera pesada que perturba a quienes los habitan. Estas impregnaciones, generadas por acciones repetidas o por la presencia de personas desequilibradas, crean un campo invisible que se manifiesta en incomodidad, malestar o incluso en la decadencia de la vitalidad del entorno. De esta forma, la influencia oscura no solo actúa sobre los individuos, sino que puede proyectarse sobre casas, objetos y ambientes.
La purificación de estos espacios no se basa en fórmulas mecánicas, sino en el restablecimiento del orden y la armonía natural. El ambiente puede ser renovado mediante actos sencillos como el airear, iluminar y mantener la limpieza material, pues toda claridad física repercute en la claridad sutil. Asimismo, las vibraciones de la oración, la música armoniosa o los pensamientos elevados son capaces de dispersar la densidad acumulada, instaurando un estado de equilibrio favorable.
Cuando se lleva a cabo de manera consciente, este proceso no sólo elimina las huellas de la perturbación anterior, sino que establece una defensa duradera. Un lugar impregnado de serenidad, gratitud y rectitud se convierte en un espacio refractario a toda influencia negativa. Así como el aura protege al ser humano, los ambientes pueden erigirse en murallas vivas de vibración luminosa. La purificación de los lugares, por tanto, no es un simple recurso contra el mal, sino la afirmación de un orden superior que favorece el bienestar de quienes lo habitan.