Plegarias

LA ORACIÓN

La oración tiene por objeto fusionar momentáneamente el “yo” con el inconsciente superior, el “no yo”, mediante el influjo del sentimiento idealizado sobre la voluntad mágicamente desarrollada. La plegaria constituye una ceremonia mágica de primer orden y por ella debe iniciarse toda práctica espiritual. Sin embargo, se trata de un acto de voluntad y conciencia, y no consiste únicamente en el movimiento de los labios que pronuncian palabras determinadas o siempre las mismas, lo que por costumbre se convierte en un acto reflejo.
La palabra utilizada en la oración no es más que el ropaje simbólico con que el iniciado viste sus idealizaciones. Por ello, es recomendable que en cada ocasión se empleen términos distintos, o al menos que se modifique la forma de las palabras consagradas, evitando la repetición mecánica. La elevación del ser anímico hacia la intelectualidad, efecto de la plegaria, constituye un acto de demasiada importancia como para volverse un hábito. La sinceridad y la intensidad de la súplica, como la de una madre que ruega por un hijo enfermo, conmueven con más fuerza al Invisible que los actos mecánicos de quienes practican la oración sin comprensión, convirtiéndola en un mero cumplimiento de rutina.
Para la práctica de la oración mágica, se recomienda comenzar con una preparación física y mental: abstenerse de alimentos al menos tres horas antes, realizar una meditación inicial de cinco minutos precedida de tres inspiraciones profundas, y situarse sobre un tapiz o cobertor de lana. El operador debe volver su rostro sucesivamente hacia los cuatro puntos cardinales, invocando a los ángeles o genios de cada orientación mediante la pronunciación de la letra correspondiente del nombre sagrado. Posteriormente, se realizará una nueva meditación de tres minutos y, mirando hacia el Este, se extenderán las manos con las palmas hacia adentro, iniciando la plegaria personal.
El texto de la oración debe ser concebido por el propio operador, reflejando sus ideales y deseos profundos. Es recomendable acompañar la plegaria con armonías musicales, cantando las palabras del rezo en un compás grave y lento, para amplificar la resonancia espiritual. En la oración, se invocan primero a los Señores de lo Invisible, quienes constituyen la cadena mágica; luego, a los seres psíquicos que presiden la evolución de la humanidad, y finalmente, el pensamiento se eleva hacia el Centro superior de toda existencia y jerarquía.
Aquí la plegaria tiene considerable influencia. Entendemos por plegaria, rezo u oración, todo acto espiritual que provoca realmente la influencia de las fuerzas de lo Alto. Para ser activa, la plegaria debe ser viva desde el punto de vista social y moral; es decir, rogar o rezar no consiste únicamente en pronunciar palabras altisonantes, arrodillados o siguiendo fórmulas sin conciencia, sino que requiere un esfuerzo sincero del corazón. Es indispensable perdonar a los enemigos, desear su bienestar y pedir para ellos la luz, porque la verdadera fuerza de la oración proviene de la voluntad de bien, la compasión y la armonía con los principios superiores. La plegaria que se realiza de este modo activa una conexión con las energías elevadas y proyecta sus efectos sobre la vida del propio practicante y de quienes lo rodean, generando un impacto tangible en el plano invisible y en la realidad cotidiana.
En definitiva, la oración y la plegaria no son actos automáticos ni meramente verbales. Son ceremonias de consciencia activa, que requieren la participación integral del cuerpo, la mente y el corazón. La eficacia de la plegaria reside en la intensidad de la intención, la claridad del pensamiento y la apertura del ser a las fuerzas superiores, transformando cada rezo en un acto de creación, protección y elevación espiritual.